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LOS RADIOAFICIONADOS, HEROES ANONIMOS EN LA GESTA DE MALVINAS


Fotografia: Aeródromo  Malvinas poco después del arribo

Rafael Escuti, Enrique Guevara, Sergio Ridelnik, Abel Ramirez, Terciano Zampieri, (militar no identificado),
Roberto Parets, Mayor Rubén Fernandez-LU4HHA, Enrique Font, Ricardo Consigli y Jorge Nagera

Desde 1975, de modo similar a lo ocurrido en la II Guerra Mundial, la Fuerza Aérea Argentina había adoptado el procedimiento de complementar la cobertura del sistema de detección electrónica, es decir la vigilancia por medio de  radares, con Redes de Observación del Aire, conocidas con la sigla (ROA).


 

En 1978, ante la inminencia con conflicto armado con Chile por las islas Picton, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle, se requirió la colaboración voluntaria de los radioaficionados, llamándolos a las filas del Comando de Operaciones Aéreas en base a las disposiciones relativas al servicio de la Defensa Civil.

Colegas con capacidad y experiencia como operadores de radio, con sus propios equipos de comunicaciones, fueron desplazados al sur del país para conformar los Puestos de Observadores del Aire (POA), que tenían por misión vigilar el espacio aéreo y alertar sobre la presencia de aviones  o desplazamiento de tropas en el terreno.  Las novedades debían reportarse a los Centros de Filtraje (CF) del Centro de Información y Control del cual dependían.

Superada esta instancia, prosiguió utilizándose la ROA en distintas ejercitaciones de defensa aérea, incrementándose el número de voluntarios.

En 1982, cuando el Conflicto del Atlántico Sur por la recuperación de las Islas Malvinas, el Comando de Defensa Aérea mantenía activado el mecanismo de convocatoria de radioaficionados. Por ese motivo, cuando le fue solicitado por el Sector de Defensa Malvinas, en pocos días movilizó y trasladó a las islas a 19 radioaficionados pertenecientes al Radio Club Córdoba.

Estos fueron trasladados como civiles el día 15 de abril en virtud de los decretos del Poder Ejecutivo Nacional, sujetos a leyes y reglamentos aeronáuticos militares, al no pertenecer ninguno de ellos a los cuadros de la reserva ni poseer jerarquía militar.

Este grupo voluntario no vaciló en dar probadas muestras de patriotismo, sacrificio, valor y desinterés.

Salieron del aeropuerto de Pajas Blancas de la capital cordobesa por vía aérea rumbo a Comodoro Rivadavia el día 19 de abril antes del mediodía.  Eran los únicos ocupantes del avión que llevaba sus  bodegas repletas de municiones.  A muchos de ellos fueron sus familiares a despedirlos.  Varios eran casados y con hijos pequeños, y sus edades iban de los 30 a los 55 años de edad.

Como no les entregaron uniforme de combate, cada uno llevó la ropa de abrigo que disponía.  También sus propias frazadas, velas, linternas, prismáticos, platos, jarros, cubiertos, sevillanas, botiquines y por supuesto sus handys.  No faltó el visionario que sugirió comprar unas cuantas petacas de cognac “Tres Plumas”, que fueron disimuladas en los bolsos.

Por la tarde, llovía cuando descendieron en Comodoro Rivadavia.

Tras las presentaciones fueron llevados a dependencias de la IX Brigada Aérea, donde se agregó al grupo Norberto Poletti, radioaficionado de Haedo con licencia LU5DLE, quien unos días antes también había sido convocado por la Fuerza Aérea y enviado a Comodoro Rivadavia para cubrir tareas de escucha en el espectro radioeléctrico, al estar ya informados que la flota británica se desplazaba hacia Malvinas.

Al anochecer tras una recorrida por el centro comodorense, cenaron todos juntos en un local cercano a la Terminal de ómnibus, y tras pasar la noche en la Brigada, al día siguiente, 20 de abril, fueron embarcados en la gigante bodega de un Hércules, uniendo el continente con Puerto Argentino en dos horas.

En el aeródromo fueron recibidos por el Brigadier Castellanos cuando aún iluminaban tenuemente los rayos del sol sobre la capital isleña.

Se alojaron en el hangar del propio aeródromo, un enorme galpón que también daba albergue a los integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Fuerza Aérea, y donde a su vez se ensamblaban los helicópteros Bell 212, traídos desde el continente parcialmente desarmados en los Hércules.

Es en ese mismo lugar, a las pocas horas de pisar Malvinas, y mientras aguardaban los destinos para cumplir la misión asignada, el mismo 20 de abril de 1982, en una reunión decidieron fundar el Radio Club Islas Malvinas ante la presencia de Lucio Eduardo Mansini LU3EM, quien como Jefe de la Sección Principal de la Secretaría de Comunicaciones (SECOM), junto a otros funcionarios de la Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (ENCOTEL) había sido enviado a Malvinas a cumplir labores específicas y se hizo presente en dicho lugar.

Ricardo Consigli, Sergio Ridelnik, Terciano Zampieri, Jorge Nagera, Enrique Guevara, Abel Ramirez, Roberto Parez, Ramón Mansilla y Myr. Rubén Fernandez.

Fue el propio Mansini quien en una decisión sumaria antes de la firma del acta constitutiva del flamante radio club, le otorgó la señal distintiva LU1XZ.  Se agregaron como miembros fundadores algunos oficiales y suboficiales de la Fuerza Aérea, todos radioaficionados con licencia.

La vida de la flamante entidad fue efímera, ya que tras 48 horas de permanencia en el hangar, el 23 de abril fueron desplegados los primeros grupos con el propósito de montar una red que cubriría más de la mitad de la Isla Soledad, en los montes que conforman las principales alturas en Malvinas, entre 600 y 800 metros, y a una distancia de 25-30 kilómetros entre cada puesto.

El compromiso era permanecer en los sitios designados por una semana, en que se producirían los relevos para regresar de inmediato al continente.

El traslado se hizo en los helicópteros Bell, único medio posible para poder llegar a los lugares donde iban a realizar la tarea y que operaban desde el hipódromo, donde se había montado el helipuerto.

Con una pequeña carpa de alta montaña, bolsas de dormir y provisiones de campaña, se formaron equipos de 2 radioaficionados  y un soldado para la defensa de cada puesto.  La misión no solo era la observación aérea, sino también brindar detalles sobre posibles movimientos navales y terrestres.

La experiencia y el entrenamiento les permitió estar en el aire enseguida.  Todo lo que llevaban eran  handys IC2AT  de ICOM para operar en VHF y por cada puesto una base y una antena ringo que fue clavada entre las piedras con no más de 10 metros de coaxil disimulado entre las piedras.  De noche en la carpa se alumbraban con una lamparita conectada a la batería.  de 110 amperes que disponían como única fuente de energía.

Por estar a buena altura, no tuvieron problemas para estar en contacto permanente con el Centro de Información y Control, instalado en lo que había sido hasta el 2 de abril el Instituto Ionosférico de los Royal Mariners en Puerto Argentino.  Allí la central de filtraje de la red estuvo a cargo del Suboficial Mayor Alfredo Ocampo, de quienes dependían los LU, siendo auxiliares el Suboficial Alvaro Portal LU5HF y el radioaficionado Carlos Biasotto LU5HGW, uno de los mayores del grupo, fallecido hace tiempo.

La orden recibida fue muy concreta, cambios cortos e información precisa.

Las inclemencias del clima en esa época del año, lluvia, nieve, bajas temperaturas (sensaciones térmicas de 3 a 5 grados bajo cero), vientos promedio de 70 kilómetros por hora, complicaron el trabajo.

La voladura de carpas y heridos o enfermos antes del comienzo de las hostilidades obligaron a levantar puestos, y algunos miembros del ROA afectados por neumonía debieron  regresar al continente.

En otros casos se asignó personal militar que estaba destinado en Puerto Argentino, al advertirse que los radioaficionados carecían de protección jurídica por ser civiles voluntarios, estando fuera de las disposiciones del  Pacto de Ginebra y consecuentemente con el riesgo en caso de ser tomados prisioneros, ser considerados espías y poder ser fusilados por el enemigo.

De cualquier forma, unos pocos pudieron regresar a Puerto Argentino y la mayoría se vieron sorprendidos en los cerros el 1 de mayo, cuando los aviones Vulcan enemigos descargaron sus primeras bombas en la zona del aeródromo buscando destruir la pista de aluminio, la torre de control y el depósito contiguo de combustible de YPF que resultó rápidamente impactado.

Junto con el comienzo de la guerra, también el clima se transformó en otro enemigo más, con nieve, lluvia y viento incesante.  El cielo estuvo casi siempre cubierto y por momentos se sumó una densa niebla con visibilidad casi nula.

A los Sea Harrier ingleses se los veía y escuchaba a toda hora, generando un tráfico constante de partes a la Central de Filtrado.  Montaban guardia alternándose cada tres horas fuera de la carpa durante toda la noche, ante la sospecha que grupos de elite, con modernos medios visuales para desplazamientos nocturnos pudiesen llegar a sorprenderlos.

Los helicópteros Bell siguieron operando, acercando víveres y agua a los puestos y efectuando recambios por efectivos destinados en Puerto Argentino, ya que el contingente que debía reemplazarlos, del ROA de Río Gallegos, debió desistir tras dos fallidos intentos por cruzar el Atlántico, ante el peligro que fuera alcanzado por algún misil el avión que los trasladaba.

De esta forma varios de los radioaficionados cordobeses y Poletti que fue el último en volver a Puerto Argentino, se reencontraron en la planta alta de la que había sido la lujosa residencia del Gobernador Rex Hunt, donde estaba funcionando el Centro de Información y control.

Ya había pasado medio mes desde el inicio de la guerra cuando llegó la orden de repliegue al continente. En el viaje hacia el aeródromo en distintos vehículos, pasaron por última vez por el Centro de Filtraje para despedirse, recibiendo la bendición de parte del Padre Pacheco, capellán de Fuerza Aérea

El panorama al llegar al aeródromo resultó desolador, con enormes cráteres en derredor, el edificio seriamente dañado pero ocupado con camillas con heridos graves, que debieron ayudar a cargar sobre el piso del Hércules.  El avión debió volar tan cerca del agua que las olas mojaban su nariz.  El silencio solo se vio interrumpido por los quejidos de los heridos.

La tensión y el temor de ser alcanzados por el fuego inglés, hizo que el cruce fuese interminable. Por suerte cuando ya era noche el Hércules aterrizó en Comodoro Rivadavia. Para el grupo llegó el momento de alivio,  para la tripulación, volver a intentar otro cruce arriesgando la vida, como todos esos días, mientras se pudo mantener el puente aéreo.

En ese último viaje faltaron dos radioaficionados: Julio Rotea (LU3HBR) de Villa Carlos Paz ya fallecido y Terciano Zampieri  (LU3HFU) hoy con 75 años, italiano nacionalizado argentino.  Cuando los fueron a evacuar, una tarde ya casi sin visibilidad, por radio desde el helicóptero un oficial les dio la orden de abandonar el puesto 7 cerca de Pradera del Ganso.  Tenían 2 minutos para embarcar.  Rotea y Zampieri se negaron a cumplir la orden y en un gesto heroico decidieron permanecer en el lugar junto a los soldados.  Esta decisión permitió no sólo seguir detectando desplazamientos aéreos enemigos, sino también facilitar la evacuación de una patrulla atacada cerca de Fox Point.  
Recién avanzado mayo fueron reemplazados por personal militar y evacuados a la Base Condor en Darwin, donde continuaron codo a codo junto a la tropa hasta el amargo día de la rendición, que consiguieron mimetizarse junto a los otros prisioneros.

 

 

El doctor Pedro Buonamico LU3HBO, el colega que posee la mayor colección de diplomas y certificados que desde hace años viene mostrando en distintos lugares del país, tuvo la gentileza de hacerme llegar una copia del Certificado "Radio Club Islas Malvinas LU1XZ" que para el segundo aniversario de la Gesta de Malvinas en 1984 auspiciara el Radio Club Córdoba. Sin dudas un emocionante recuerdo de una actividad realizada 28 años atrás, a pocos días del CERTIFICADO HOMENAJE que procura reivindicar semejante entrega al servicio de la patria y la importancia de los radioaficionados, tanto en tiempos de paz como en situaciones bélicas.

Nueve de estos radioaficionados, heroes civivles voluntarios de Malvinas siguen activos en nuestra apasionante actividad:

El doctor Ricardo Consigli, abogado, por entonces LU5HDJ y hoy con licencia de 2 letras LU5HD, casi a diario en la banda de 40 metros, Eduardo Maleh LU7HEO, jubilado bancario, quien sale todas las tardes en modos digitales, y Terciano Zampieri LU3HFU y Carlos Alberto Lo Re LU1HR, también jubilados y muy activos en 40 metros.

También siguen con presencia en la radioafición,  Erio Díaz de Cosquín LU3HHH, Roberto Parets LU1HGR, Jorge Nágera LU8HJI y Sergio Ridelnik LU1HM (en el 82 LU5HLI),  y Norberto Poletti LU5DLE de Haedo, Buenos Aires, todos categoría Superior.

A propósito, es importante recordar que en 1998 en un acto realizado en el Radio Club Córdoba, a todos los radioaficionados veteranos de Malvinas que no habían alcanzado por ascenso la categoría Superior, les fue otorgada de oficio por disposición del entonces titular de la C.N.C. Germán Kammerath.

Lamentablemente ya no están entre nosotros el arquitecto Abel Ramírez LU9HBJ, Luis Monti LU1HLM, Raúl Botín LU1HAZ, Carlos Biasotto LU5HGW, Juan Olivier LU4HFZ  y Julio Rotea LU3HBR.

Los restantes heroes anónimos de Malvinas, que con el tiempo se alejaron de la radioafición pero igualmente merecen el recuerdo y reconocimiento son con sus licencias de entonces: Enrique Font LU4HY, Rafael Escuti LU9HCT, Enrique Guevara LU5HLA y Ramón Mansilla LU7HJU.

Los colegas nombrados ofrecieron todo por la patria, desde sus vidas a sus bienes afectivos y personales.  No fueron preparados profesionalmente, pero la entrega fue absoluta sin medir riesgos ni pedir recompensas.  Por esta razón en enero de 1984 recibieron el Diploma de Reconocimiento “Al Servicio Distinguido en Tiempo de Guerra”, otorgado por la Secretaría de Comunicaciones con las firmas de Lucio Mansini y el Director del organismo en ese momento Ricardo Román.

Estos radioaficionados no tuvieron en la prensa el espacio que bien merecieron. La historia muy poco se ocupó de ellos, pese a su heroico y patriótico desempeño. Para muchos argentinos, 30 años después, su actuación en la Gesta aún sigue siendo desconocida.

No fueron los chicos de la guerra, sí fueron los únicos argentinos civiles voluntarios en la zona de operaciones bélicas, con sus cuerpos al alcance del fuego de las fuerzas enemigas.

Como radioaficionados debemos sentirnos orgullosos y con la obligación,  a pesar que ya han pasado tres décadas, de difundir esta proeza y procurar que nunca se olvide semejante entrega.

Será el mejor ejemplo para esta generación de argentinos, por suerte sin haber vivido el horror de una guerra, pero desafortunadamente sin modelos reales.

También para aquellos que por ignorancia, soberbia, envidia o inferioridad, han pretendido destruir parte de los ideales, de la grandeza, de la heroicidad de estos valientes hombres que dieron todo por su patria.

Y no sería justo que en este homenaje no se recuerde y reconozca también a cientos de radioaficionados argentinos, de todos los rincones el país, que en aquellos días convocados por la entonces Secretaría de Comunicaciones, dejaron de lado todas sus obligaciones para estar junto a la radio día y noche en forma organizada, barriendo permanentemente las bandas en procura de alguna señal o mensaje de la fuerza de tareas colonialista.  Otra  palpable demostración de la importancia de los radioaficionados en estas circunstancias, al servicio de la Defensa Nacional.

por Carlos Almirón LU7DSY - This e-mail address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it
Corresponsal Militar Veterano de Malvinas